miércoles, 7 de julio de 2010

Gata

Nunca quise ser una de esas que enamoran y que son fieles. Mi vida fue muy difícil y estuve tan cercana a la prostitución. Entre tantos encuentros furtivos y sexualmente descontrolados tuve un hijo, un chico totalmente ajeno a mis intereses.

Mi padre fue el primero en abandonarme, luego obligaron a mi señora madre a hacer uso de su libertad de hembra y sólo lanzaron mi tierno cuerpo a orillas de un río.

Me encontraron, me adoptaron, me criaron.

Todos se enamoraban de mis ojos, de mi rostro, de mi modesta forma de asearme, de arrastrarme, de masticar, siempre rechacé tanto amor. Siempre fui ardiente. Una noche de aquellas, huí. ¡Que sexo más hermoso!

No me cuidé, me preñé, parí.

Mi hijo era bien guapo, pero bastante inmaduro. Nunca lo quise ni un poco. Obligada lo amamanté, tal como obligada estuve a cargarlo durante unos meses. Esperé que dejara de ser tan tonto y huí nuevamente. Nunca supe de anticonceptivos.

No me cuidé, me preñé, volví.

Estaba ese gato idiota que me hacía poner los pies en la tierra. Me escapé, quizás moriría por ahí, prefería eso antes que tener más hijos. Nunca lo toleraría, soy demasiado joven y hermosa para perder.

Nunca entendí que él me amaba, nunca comprendí lo que fue ser madre y aunque a usted le suene increíble escucharlo de una dama: encuentro que es algo asqueroso.

Me fui, él me persiguió.

Hay automóviles destinados a acabar con nosotros.

Crucé la calle, él cruzó.