“Paz es Guerra.
Libertad es Esclavitud.
Ignorancia es Fuerza.”
George Orwell
Por qué debemos siempre cuestionar el mundo, si no nos atrevemos a cambiar la perspectiva en que lo hacemos. Para quién da las cosas por hecho, cualquier nuevo paradigma, no es más que una burla al verdadero arte del pensamiento. No sirve de nada replantearse un sistema social, si las bases de éste continúan firmemente atadas al pasado.
Primero debemos convenir en que existe un modelo de pensamiento inherente a nuestra cultura, que se basa en los mismos principios que han creado todas las instituciones que conocemos. Algunas son fáciles de reconocer: el androcentrismo, el núcleo familiar patriarcal, el poder eclesiástico, el anhelo por mantener el orden, una única verdad. No tendría cabida en esta sociedad, un verdadero rompimiento con las creencias naturalizadas.
Uno de los pasos iniciales al romper paradigmas, es generar un grado de incertidumbre frente a ellos. El fundar dudas respecto a las creencias que se han determinado como correctas, es seguir una corriente escéptica con el fin de poner en titubeo y darle jaque a afirmaciones que pueden carecer de evidencia suficiente, buscando manifiestos que pudiesen considerarse aceptados para quién duda. No se trata de promover necesariamente el nihilismo, más bien, el foco debería estar iluminando hacia caminos de búsqueda y de cuestionamientos, cambiando la perspectiva con que se miran ciertos aspectos de la vida, pudiendo conllevar a conclusiones o no, lo importante es promover el libre examen. No obstante, el cambio es visto de una forma que lo objeta y lo señala como una capacidad casi exclusiva para seres que alcanzan un grado de iluminación, fase que se nos ha pintado como algo inalcanzable y utópico, seres para los que sí estaría permitido pasar de una creencia «A» a una «Z», casi como respuesta a una necesidad de mudar entre dos estilos de vida totalmente opuestos, pasando por alto acusaciones de incoherencia e incongruencia que afectarían valores acuñados por quiénes fervientemente siguen alguna tendencia.
Luchar contra el dogmatismo no es tarea fácil, más cuando el mundo que habitamos nos ofrece innumerables limitantes al momento de evaluar las creencias que se encuentran en nuestro diario vivir. La limitación del libre examen en nuestra sociedad no es un problema baladí ni algo ajeno. Tenemos la posibilidad de culpar al adoctrinamiento ejercido por los escalones más influyentes y poderosos a nivel jerárquico, mediante prácticas, actitudes y valores que tienen como fin perpetuar el orden establecido; no podemos negar la existencia de Minimor, Minidancia, Minipax y Miniver, de los Dos Minutos de Odio, de la incipiente neolengua, de la Policía del Pensamiento o de los conflictos con Eurasia.
El problema con la restricción de la libertad de conciencia y el asesinato del espíritu crítico al momento de discutir ideas no es algo que recaiga exclusivamente en la cúspide de la pirámide, es una traba a nivel institucional, con mecanismos que pretenden normalizar el comportamiento de la población y que persiguen la realización de ciertos fines o propósitos, mediante el uso de determinados medios que terminan rigiendo las relaciones sociales de los miembros del grupo. El librepensador muchas veces se ve reprimido al estar inserto en estas instituciones que sistematizan el comportamiento y que nos militarizan como caballos de carrera, a través de rutas inflexibles. Comemos en el establo, porque ahí es donde llegamos, y nos alimentamos de lo que decidan nuestros dueños, porque a su juicio dicho forraje es el óptimo, pues generación tras generación ha sido así. Corremos en las carreras que ellos decidan, observamos siempre con la vista al frente, pues la vista lateral es imposible.
¿Cómo apreciaríamos la libertad? ¿Seríamos capaces de criticar nuestro actuar si es que no conocemos otros referentes de como es la vida? Tomemos en cuenta que a esta altura, ya todos hemos nacido en el establo. Las instituciones deben ser cuestionadas, intentando no caer en interrogantes arraigadas a los dogmas ya establecidos, pues el trabajo sería infructuoso. La duda está dentro del establo, bien escondida, debajo de un realismo ingenuo, de una confianza doctrinaria y de kilógramos de ausencia de reflexión crítica. Vivimos bajo una aceptación incondicional, sin realizar examen, de los principios que se adhieren a lo largo de la vida, subsistiendo de un estado de sumisión a la autoridad. Con autoridad no me refiero a cargos políticos, religiosos, económicos ni sociales de alto rango, el alcance es mucho más cercano y se encuentra en nuestra propia casa y/o hogar.
La familia como institución, corresponde a un elemento base en la civilización actual, goza de derecho de protección de la sociedad y del Estado. La definición de este elemento no está clarificada, pues aunque está descrita mediante algunas leyes, no obstante, resulta en función de lo que la ley establece como matrimonio. De este modo, los lazos que especifican características del núcleo familiar, son los recurrentes, por lo que vale la pena preguntarse: ¿el concepto hizo a la familia que hoy conocemos o ésta hizo al concepto? Por consiguiente, las familias nucleares heteronormadas monógamas son las que se consideran como básicas, derivadas de vínculos sociales como el matrimonio y de vínculos de consanguinidad. Sin embargo, las características cualitativas y/o cuantitativas de esta institución dependen del contexto social, cultural, económico y afectivo.
¿Es necesario que la base de toda familia sea un matrimonio? ¿Es necesario tener hijos? ¿Una mujer deja de ser mujer si no se convierte en madre? ¿Por qué un grupo de amigos no se considera como familia? ¿El acto sexual reproductivo debe implicar amor de pareja? ¿Es necesario que sea entre dos personas de distinto género? ¿Por qué se habla de que el matrimonio entre un hombre y una mujer es natural, si el matrimonio en sí no es una práctica arraigada a la naturaleza humana?
Pongo en tela de juicio la efectividad de la familia nuclear planteada hoy en día, esa basada en el matrimonio, que a pesar de su naturaleza garantizadora frente a algo tan inseguro como el amor, se ha convertido en una institución inestable, efímera y restringida. Los matrimonios duran cada vez menos, el ambiente competitivo exige a madres y padres a desenvolverse de forma desenfrenada en el mundo laboral y los obligan a dejar de lado las labores domésticas y de crianza. Las familias actuales están en la tendencia a ser más nucleares, desistiendo de aquellas ensambladas y extensas. También, el modelo de enseñanza genera retoños dependientes, intelectualmente inactivos e individualistas.
¿Puede la familia a través de su constitución actual, fomentar el libre examen y la reflexión crítica? ¿Hasta qué punto podemos hacer la diferencia entre una instancia de aprendizaje de una de adoctrinamiento?
El modelo de familia acuñado hoy en día, ofrece escasos referentes parentales. En general, padre y madre –ambos, uno de ambos o ninguno– terminarían transmitiendo visiones de la vida, trancas, expectativas, decisiones y principios, como una forma silenciosa de adoctrinamiento. La situación se torna más compleja, cuando la sociedad nos inculca necesidades suntuarias, nos bombardea con medios de comunicación baratos, nos promueve el conformismo y la pasividad crítica y reflexiva, bajo un sistema educacional que recae en lo retrógrado e involucionado. Por tanto, el problema no recae exclusivamente en la institución familiar matrimonial, también lo hace sobre la sociedad no fraternal en la que nos desenvolvemos, por lo que podemos extrapolar el concepto de crianza de infantes, a un concepto más amplio y aterrizado a una sociedad donde predomina la falta de pensamiento y juicio, donde la fraternización, el actuar en masa y la comunidad están ausentes o en retirada.
En tiempos remotos, varias culturas criaban en comunidad a sus hijos, las relaciones sexuales no eran vistas como un tema tabú, como sucede en nuestro mundo conservador. Importaba nada el saber de quién era el hijo, pues todos participaban en la transmisión de principios. El término de esta práctica se podría atribuir al comienzo de la propiedad privada, lo que requería el reconocimiento de la figura paterna hacia su descendencia, con el fin de perpetuar la propiedad en el tiempo a modo de herencia, esta exigencia también produjo que las mujeres se mantuvieran vírgenes hasta realizar el acto sexual con el hombre.
Al existir mayor cantidad de referentes durante la crianza, idealmente heterogéneos, aumenta la cantidad de principios que son transmitidos, y así, se promueve el sentido crítico y reflexivo, porque comienzas con los cuestionamientos, ¿por qué él es católico y ella es mormona? ¿Por qué él es enojón y él es alegre? ¿Por qué ella me expresa sentimientos con palabras y ella lo hace con acciones? ¿Por qué él es comunista y ella gremialista? Sin incertidumbre no llegaremos a buen puerto, la institución familiar sigue vinculada al matrimonio, al patriarcado, al machismo y a la heteronorma. Si los sucesores no tienen opciones o alternativas que los hagan dudar, nunca tendrán ni una aproximación al libre examen y seguirán inculcando, posiblemente, el adoctrinamiento que ha sido inculcado por su referencia casi única, continuando con aquellos dogmas culturales, sociales, religiosos… El ser humano obra en su libertad dentro de un conformismo inconsciente, dentro de un realismo ingenuo, con ausencia de reflexión, ¿podemos hablar de la existencia una libertad de conciencia que promueva el espíritu crítico si es que nunca está la instancia para utilizarla?
No sienta que estoy realizando una propaganda sobre la crianza en comunidad sensu stricto, que a mí parecer sí sería una forma efectiva de promover el examen desde la cuna. Siéntalo como una invitación a la incertidumbre, a salir del dogma, a cuestionarse. Es una invitación a criar, tus hijos no sólo son tus hijos. Si de tu vientre no ha nacido criatura alguna no significa que no tengas una labor maternal; si uno de tus espermatozoides nunca ha resultado vencedor no significa que no tengas una labor paternal. La sociedad ha dejado de lado la fraternidad, el vivir en comunidad, con criar no me refiero a formar sólo a la descendencia, el aprendizaje es mutuo, sucede día a día, podemos cuestionar los principios del otro, así también, podemos inculcarle los propios. Podemos adherirnos a dogmas como también podemos escaparnos, como también usted puede quedarse en su situación actual. Pues bien, habrá tomado una decisión; «decidir» etimológicamente hablando, corresponde a realizar un «corte» en un proceso de evaluación de las diferentes facetas de un problema y después de haber estudiado las múltiples opciones que se ofrecen.
Las instituciones están naturalizadas, nuestro actuar está en función de ellas y ellas están en función de nuestro actuar. Alguien podría poner sobre la mesa el tema de las Leyes Naturales y justificar dogmas: que la mujer es así y cumple tal rol, que el hombre es superior, que lo heterosexual es lo correcto, que hay un dios que es amor, que está escrito, que la Biblia lo dice, que Jesús existió, que somos la especie predominante en la Tierra, que se ha transmitido de generación en generación. Dudo. Si fue escrito por el ser humano, es como un juego con dados cargados, no amerita otra cosa que no sea la duda.
Referencias.
˗ http://www.profesorenlinea.cl/universalhistoria/PensamientoHbreEvoluc/Escepticismo.htm
˗ http://www.angelfire.com/az/ateismo/librepensador.html
˗ http://www.ulb.ac.be/cal/laicismo/www/laicismo.htm
˗ http://www.profesorenlinea.cl/universalhistoria/PensamientoHbreEvoluc/Dogmatismo.htm
˗ http://www.escepticismo.es/
˗ http://www.eumed.net/cursecon/1/instconcepto.htm
˗ http://actividadesfamilia.about.com/od/Bienestar/a/definicion-de-familia.htm
˗ http://www.participacionycontrolsocial.gov.ec/web/guest/mecanismos-de-control-social
˗ http://www.acracia.org/Acracia/Manipulacion_y_adoctrinamiento.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario