La clase Mammalia –vertebrados amniotas tetrápodos– debe su origen a un grupo de reptiles teromorfos durante el Triásico Inferior, hace aproximadamente 250 millones de años. En los primeros clados de evolución mamífera se produjo la separación desde la línea principal, conduciendo a los monotremas, mamíferos ponedores de huevo, como el ornitorrinco, que después de salir del huevo se alimenta de la leche secretada por las glándulas mamarias; la segunda clasificación se relaciona con los marsupiales –los conocidos mamíferos con bolsa– y finalmente la tercera subclase corresponde a mamíferos placentarios, entre los que se encuentran: insectívoros (topos, erizos), quirópteros (murciélagos), carnívoros (gatos, perros, focas), roedores (ratones, ardillas), desdentados (perezosos, osos hormigueros), primates (monos, lémures, homínidos), artiodáctilos (ovejas, cerdos, jirafas), perisodáctilos (caballos, cebras, rinocerontes), proboscidios (elefantes, mamuts), sirénidos (manatíes) y cetáceos (ballenas, delfines).
La teoría sobre el origen de la leche sugiere que los primeros mamíferos mantenían sus huevos húmedos gracias a glándulas sudoríficas, que eran lamidas luego por las crías con la meta de obtener agua, conjuntamente, dichas glándulas poseían la particularidad de ser antibacteriales. Al transcurrir el tiempo, las glándulas fueron proveyendo minerales, sales y compuestos orgánicos nutritivos, para eventualmente desarrollar el pezón como parte de un mecanismo lactante.
Durante el desarrollo embrionario –en etapa previa de la determinación del sexo– se generan las conocidas líneas de leche, que son líneas paralelas extendidas desde las extremidades superiores hasta las inferiores. Actualmente, la mayoría de las hembras mamíferas posee cantidad par de pezones, según la cantidad de retoños que su organismo esté diseñado a criar y amamantar. Excepciones existen: Didelphis virginiana (zarigüeya norteamericana) posee trece tetillas, doce dispuestas en círculo y una al centro; también es relevante el caso de Dyacopterus spadiceus (murciélago de la fruta Dyak), cuyo macho tiene la capacidad de dar leche a sus crías.
El Homo sapiens sapiens, es una subespecie dentro del orden de los primates y posee características lactantes análogas a los otros mamíferos, gozando un periodo de lactancia materna durante el primer tiempo de vida, además, posee la línea de leche dispuesta entre las axilas y el pubis. Datos antropológicos entregan información de que en antiguas culturas y civilizaciones, el destete se producía pasados varios años de vida, en la época de la segunda dentición, aprovechando rotundamente el valor nutritivo de la leche materna para influir positivamente en el desarrollo temprano del individuo.
Tras la domesticación del ganado, comienza el consumo de lácteos por el Homo sapiens. Algunos estudios datan su origen hace 20 mil años en el centro y norte de Europa, sin embargo, la fecha más difundida lo sitúa hace 11 mil años durante el Neolítico, con la inicial domesticación de la vaca, para continuar con la cabra y la oveja. El consumo de leche por el ser humano conlleva a un cambio rotundo en su sistema de alimentación, ya que por mutación genética adoptada por presión selectiva, al pasar los miles de años, asimiló la pseudo-capacidad de tolerar la leche después del periodo de lactancia materna, convirtiéndose en la única especie de la clase mamífera en realizar tal acción.
¿Por qué pseudo-capacidad de tolerar la leche? En la actualidad una proporción elevadísima de la población adulta del mundo es intolerante a la lactosa (azúcar perteneciente a la leche, compuesta de dos glúcidos unidos entre ellos: glucosa y galactosa), lo que quiere decir que es incapaz de digerir en cantidades significativas dicha azúcar; este problema es producido por la falta de expresión de la enzima lactasa (que rompe la unión del disacárido), que está presente en las células del intestino delgado, en su ausencia o baja presencia la lactosa no es digerida, pasando sin ser absorbida al intestino grueso o colon, siendo fermentada por bacterias saprófitas o comensales presentes normalmente en dicha zona, cambiando la acidez del medio y generando gases como metano e hidrógeno, conduciendo a molestias generales.
En poblaciones asiáticas y nativas americanas cerca del 80 a 100% es intolerante a la lactosa, la cifra llega a 80% en población negra, en Europa Central ronda el 30 a 50%, mientras que en los países nórdicos la proporción es menor al 10%. En Chile según el Departamento de Gastroenterología de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, aproximadamente el 60% de la población chilena con apellido hispano es intolerante a la lactosa, cifra que aumenta a un 80% entre la población con ascendencia mapuche. El tolerar la lactosa se supone como una ventaja evolutiva de un esquivo porcentaje de la humanidad, con el propósito de depender de la leche como fuente nutricional. Que existan porcentajes tan altos de intolerancia puede llevar a la duda si es que el porcentaje restante, que sí es tolerante, tiene cien por ciento asimilada la capacidad de digerir la lactosa y si es que tiene la cantidad suficiente de enzima lactasa, logrando posiblemente encaminar el consumo de lácteos a ciertos malestares.
Elvira Yáñez, nutricionista del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, recalca que la leche es un alimento sumamente nutritivo, cuyas proteínas son necesarias para reparar y renovar tejidos, mientras tanto el calcio sirve para mantener huesos firmes y sanos, siendo esencial en el crecimiento óseo de niños y para el mantenimiento de los huesos en la etapa adulta. Otras de las ventajas de la leche, asumidas por nutricionistas y varios expertos y difundidas a la población de forma casi masiva, están relacionadas con vitaminas liposolubles como A, D y E, vitaminas hidrosolubles como las del complejo B, además de aportar hidratos de carbono como la lactosa.
El principal componente de la leche es el agua, pero su presunto interés nutritivo recae en grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteínas (caseína, lactoalbúminas y lactoglobulinas), hidratos de carbono (lactosa), vitaminas (A, D y B), minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio), la proporción de dichos nutrientes depende de su calidad de leche entera, leche descremada o las diversas variedades que hoy existen en el mercado.
Frente a una crisis en el consumo de lácteos en Chile, la nutricionista recalca: “En el país se consume como promedio, sólo un vaso y medio de leche al día, en circunstancias que el Ministerio de Salud ha establecido que el nivel normal de consumo de leche para una población sana, no debería ser inferior a 234 litros por cabeza al año, es decir, tres vasos de leche diario”. El bajo consumo de lácteos en el ser humano podría traer consecuencias como la disminución de nutrientes necesarios para llegar a ser adultos sanos, afectando el crecimiento, formación y desarrollo de huesos y dientes, mientras que en personas de más edad, puede gatillar el surgimiento de osteoporosis, enfermedad que se recomienda prevenir a través del consumo de alimentos ricos en calcio antes de los 20 años, y manteniendo el consumo por el resto de la vida, disminuyendo el riesgo de perder masa ósea.
Haciendo hincapié en la recomendación de consumir calcio, también se recomienda realizar actividad física, evitar el tabaco, el alcohol y el exceso de cafeína, que son factores negativos en la absorción y fijación de calcio en los huesos. No se considera que hay una gamma bastante amplia de otros alimentos que son igual o mayormente ricos en calcio, entre los que se encuentran: espinacas, coliflor, brócoli, cebolla, acelga, garbanzos, soja, lentejas, salmón, almejas, pulpo, camarones, huevos y casi todos los frutos secos. En el mundo occidental, en contraste con el mundo oriental, se ha fomentado excesivamente el consumo de leche, relacionándolo directamente con una ingesta imprescindible de calcio que ésta otorga.
¿Es tan imprescindible el calcio de la leche? El país con mayor ingesta de leche en el mundo es Estados Unidos y aunque suene paradójico para muchos, es el país con mayor proporción de osteoporosis en su población. Esta aparente contradicción, es explicada por algunos médicos de la siguiente forma: al consumir proteína animal, se genera un cambio negativo en la cantidad de calcio en el organismo, teniéndolo prácticamente como un exceso y eliminándolo en grandes cantidades a través de la orina. Otros eruditos en el tema hablan de la carencia de fosfolípidos en los lácteos, los cuales actúan como fijadores de calcio en los sitios del organismo donde se requieran, insisten en que otros alimentos como frutos secos, por ejemplo, contienen cantidades comparables de calcio y sí poseen dichos fijadores; la ausencia de fosfolípidos podría tener relación tanto con un exceso de este elemento en tejidos blandos, como existencia de cálculos renales.
En 1997 se publicó en el American Journal of Public Health un estudio realizado durante 12 años por profesores de la Universidad de Harvard en Estados Unidos, a 78 mil mujeres entre 34 y 59 años. El trabajo desmiente la tesis de que un mayor consumo de leche u otras fuentes alimenticias de calcio por mujeres adultas, las proteje de fracturas propias de osteoporosis como las de cadera o antebrazo. Otro estudio relacionado con el Proyecto Cornell Oxford-China de Nutrición, Salud y Medio Ambiente iniciado en 1983, demostró que la leche animal desmineraliza a los adultos, es decir, que mujeres que no tomaban leche de vaca y su único alimento eran el arroz, los vegetales, la soja y derivados, no padecían osteoporosis; por el contrario, al dejar tal dieta e introducir la leche de vaca, los niveles de calcio bajaban y aumentaba la incidencia de la patología.
La leche humana posee 45 gramos de lípidos por litro, siendo 55% grasas poliinsaturadas y el 45% restante de saturadas, además de poseer alta cantidad de ácido linoléico, precursor de prostaglandinas y leucotrienos antinflamatorios. Mientras que la leche de vaca, que es la más consumida, posee 70% de acido grasos saturados y 30% de poliinsaturados, que pierden sus propiedades por efecto de la temperatura (entre 40 y 45°C) al ser tratada para el consumo, desnaturalizándose y no puede ser precursor de sustancias antinflamatorias, considerándosele en definitiva como inflamatorio, influyendo en problemas estomacales, estreñimiento, diarrea, erupciones cutáneas, urticaria y malestares respiratorios. La leche también posee 59 tipos distintos de hormonas, como esteroideas, pituitarias, adrenales, sexuales, entre otras; las más significativas están relacionadas con hormonas de crecimiento, cuya acción más la riqueza proteica de la leche de vaca, produce crecimiento rápido de los terneros, pudiendo doblar su peso en poco tiempo. Las hormonas sumadas a varios tóxicos que posee la leche, como insecticidas, metales, plásticos, detergentes, desinfectantes, pesticidas, pus de mastitis, antibióticos y otros fármacos, entre otros, se considerarían como causa de aparición de diversas enfermedades como: artritis reumatoidea, osteoartritis, asma, cataratas, colitis ulcerosa, dolores abdominales, estreñimiento, reacciones alérgicas, sangrado gastrointestinal, hasta cánceres de estómago, mama, testículo y páncreas.
El doctor Jean Seignalet (hematólogo, inmunólogo, biólogo, catedrático de Medicina de la Universidad de Montpellier) denunció en su obra La Alimentación, la 3ª Medicina (2004) que varias patologías y su proliferación están relacionadas con el consumo de cereales domésticos, cocción y refino de alimentos, carencia de vitaminas y minerales, contaminación y la ingesta de leche animal y derivados. El doctor declara: “…el peligro de la falta de calcio es una ilusión. Es cierto que la leche de vaca es rica en calcio, pero una vez en el tubo digestivo humano, la inmensa mayoría del mismo precipita en forma de fosfato de calcio y es expulsado a través de las heces fecales. Sólo una pequeña parte es absorbida…”.
Si bien se han realizado estudios relacionados con los efectos negativos de los lácteos en las personas, estos no han llegado a ser difundidos ni han sido certificados formalmente, lo que puede estar relacionado con: primero, un mecanismo de defensa de las grandes cadenas alimenticias que verían sucumbir su estabilidad económica frente a alguna negativa masiva de la población mundial a seguir consumiendo lácteos y sus derivados, o segundo, puede estar relacionado con que el tema se trata solamente de especulaciones, experimentos o análisis que carecen de seriedad y de profesionales expertos que guíen el asunto, lo que le quita el peso para ser algo más que una creencia alimenticia conocida por la minoría.
Si hay un punto en el que se debe transar, es en los beneficios de la lactancia materna. En Chile nacen alrededor de 250 mil niños al año, de los cuales sólo el 44% son amamantados durante los primeros seis meses de vida, mientras que el otro 56% de los bebés debe renunciar a este derecho natural debido a la actual legislación que otorga tres meses de post natal. Este tiempo es insuficiente completamente, y esto es defendido por casi todos los especialistas médicos, ya que una buena y prolongada lactancia materna beneficia el desarrollo neuronal del niño, fomentan el apego y el desarrollo neurofisiológico de las emociones. El pediatra neonatólogo del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, Hugo Muñoz, indica que “si dependiera de mí y con el conocimiento científico actual, el niño debiera estar con su mamá los primeros dos años de vida, porque durante este tiempo se fomenta el desarrollo de la personalidad del niño. Hasta el momento el país sólo se ha preocupado del amamantamiento desde el punto de vista nutricional, pero se han dejado afuera una serie de otros factores que condicionan la vida emocional del menor en el futuro”.
En definitiva, el ser humano, en su primeras etapas de vida, debiera ser nutrido principalmente a partir de la leche materna, ya que ésta es específica (pasa lo mismo con las otras especies, ya que la leche de vaca es para el ternero y cumple con los requerimientos nutricionales de éste y no de una forma inter-especie) y cumple con la labor de fomentar el desarrollo físico y emocional. Hay un abismo enorme entre el tiempo de amamantamiento hace miles de años en las antiguas sociedades y el periodo en que se realiza en los tiempos que corren. Asimismo, hay una diferencia sustancial entre la dieta inicial del ser humano en comparación con la dieta actual.
El Homo sapiens es un animal racional, sabe que sabe, es una especie exitosa, algunos consideran que escapó de las leyes de la evolución, su éxito se debe principalmente a un pulgar oponible, que le permitió sobrevivir fabricando herramientas. Tal desarrollo lo llevó a modificar su dieta, sin importar las características naturales de su organismo, a medida que iba descubriendo e inventado nuevas formas para subsistir. Recolector, cazador, pescador… llegó a la agricultura y la ganadería, se volvió sedentario. La alimentación ha influido no sólo de una forma social y medioambiental, sino que también ha modificado aspectos físicos, haciéndolo tolerante a los lácteos después de la lactancia materna por alguna modificación genética; tolerante a la carne, siendo un animal con un tracto digestivo extenso y con dientes inicialmente herbívoros que fueron modificándose hasta llegar a tener un par de colmillos. El cocer los alimentos llevó a generar ciertos cambios químicos en las proteínas y azúcares que los hicieron más nutritivos y deliciosos, lo que facilitaba también la digestión, dejando más calorías para prolongar la vida, pensar y desarrollar el tamaño del cerebro. El color de la piel también ha sido afectado por la comida… ¿por qué los conocidos esquimales son muy morenos siendo que el patrón generalmente haría concluir que cada vez más nórdico más blanca es la persona? La vitamina D, es esencial para el desarrollo de los huesos y la mayoría proviene del Sol, se absorbe por la piel y el resto a través de la comida. El ser humano al migrar a las zonas más alejadas de los trópicos, tornó su piel más clara, lo que le permitía absorber más vitamina D para sobrevivir. Los esquimales, al vivir en una zona con un Sol casi inexistente, deberían tener una piel muy clara para absorber más luz solar, no obstante, el alto consumo de pescado les permite obtener la vitamina por alimentación y no a través de absorción por la piel.
¿Cuánto más puede influir la alimentación en la calidad de vida? ¿Cuánto más puede modificar el cuerpo humano? ¿Se puede considerar natural el hecho de consumir leche de otro animal? El destino de la alimentación es complicado, porque si bien el ser humano en sus orígenes debía comer para sobrevivir, ahora debe dejar de hacerlo para lograrlo, ya que modificó su dieta a tal punto que gran parte de los alimentos que ingiere no corresponden a lo que su organismo espera digerir, y por más que alguna modificación genética le haya hecho favorable la capacidad de tolerar, su rasgo intrínseco de mamífero placentario primate está muy lejos de mutar completamente… 11 mil años es un tiempo muy pequeño para hablar de una evolución completa. No cabe duda que los lácteos fueron introducidos en la dieta humana, algunos defienden su consumo diciendo que son necesarios, debido a un requerimiento de nutrientes –que debe haber sido creado en algún momento– sustancial en el desarrollo físico, que sin la leche no se tendrán dientes ni huesos firmes; otros dicen que son dañinos, que es antinatural consumirlos, que el ser humano es intolerante a la lactosa por naturaleza, que de verdad no hay que llorar sobre la leche derramada.
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